El azar y el destino trajeron acá al Nutte, que nos interrumpió mientras veíamos Nekromantik, fina película cuyo clímax se da, tras una musiquita cursi, cuando el protagonista y su novia le hacen el amor a un cadáver. Consigan la película; es una joya del cine gore simbolista. Eso existe, me cae. Bueno, mi post de la Manzanita Podrida. Esta es una bonita manzanita podrida; y muy desquiciada.
Manzana podrida
Sin aliento
Dentro de la mitología de culto del siglo veinte, Jean Seberg es recordada como la muchacha que vende periódicos en Campos Elíseos, en A bout de souffle o Sin aliento, de Jean-Luc Godard, filme estrenado en 1959, coprotagonizado por Jean Paul Belmondo y considerado por algunos como el nacimiento del cine moderno. Anteriormente, cuando Seberg tenía diecisiete años, filmó Juana de Arco; nada se sabía de ella hasta entonces, salvo que había participado en su infancia, en su pueblo natal, Marshalltown, Iowa, en obras de teatro. Su actuación, y sobre todo su aura sensual y al mismo tiempo inocente y sobrecogedora, se vio impulsada por la labor de su director que, en la escena final (una de las escenas cinematográficas de muerte más perturbadoras) le acercó a la cara una antorcha encendida.
A este éxito siguieron otros en Francia, que no solamente la hicieron un icono, sino también protagonista y figura clave de la Nueva Ola francesa. Bonjour Tristesse, adaptada de la novela de Francois Sagan, y Sin aliento, fueron películas emblemáticas de la época y sus mejores retratos. Sobre todo esta última, de donde salieron secuencias que la han inmortalizado en la memoria de los cinéfilos de culto. A finales de los sesenta filmó en Hollywood Lilith, interpretando un personaje que reflejaba mucho lo que ella misma era: una mujer enajenada en su erotismo y al borde de la locura, pero vital y amorosa. Además, inspiró el personaje de Diana Soren en Diana o la cazadora solitaria, de Carlos Fuentes, a quien abandonó por Romain Gary, reprochándole al primero ser menos culto que éste. El matrimonio con Gary fue una tempestuosa relación marcada por las infidelidades de Jean, que solía seducir alguno que otro mancebo en los sets de filmación, así como en los bares de París y Nueva York. Fue precisamente en una fiesta que conoció a un miembro de las Panteras Negras, organización con la que terminó simpatizando ideológicamente. Su apoyo a este grupo le acarrearía desgracias de las que nunca logró recuperarse psicológicamente.
Siempre estuvo obsesionada con tener un hijo, y entonces, cuando por fin quedó embarazada, el omnipresente FBI se cruzó en su camino. El negrísmo y pestilentísimo Edgar Hoover, ordenó, en 1970 y estando Jean embarazada de siete meses, “neutralizarla”. Para llevar a cabo tan fina tarea, recurrió a prácticas notoriamente elegantes. “Filtró” una carta a los columnistas de chismes en donde aseguraba que el padre del niño no era Gary, sino un miembro de las temidísimas panteras. El efecto psicológico de esto y la adicción de Seberg a los barbitúricos provocaron que diera a luz prematuramente y el niño nació muerto. En un acto que sólo puede ser producido por la desesperación absoluta o el desquiciamiento, Jean llamó a conferencia de prensa y presentó a los periodistas estupefactos el cadáver “blanco” de su hijo no-natural; además, le tomó cerca de 200 fotos. Este acto extremo, sin embargo, no puso a fin a la cacería y llevó al FBI a acosarla hasta que ella decidió mudarse a París.
Después de esta experiencia, y pese a su éxito, incluso como directora, con The ballad of the kid, en 1974, cayó a manos de la locura y la depresión extrema. Podía salir desnuda de los baños de los aeropuertos y por temporadas se alimentaba únicamente de comida para perros. Cada aniversario de la muerte de su hijo, intentó suicidarse. En 1978 sobrevivió a uno de estos intentos en el que se arrojó al metro de París. Así, fue recluida durante este periodo varias veces en centros psiquiátricos. Pero, después del “incidente” del metro, pareció “alivianarse” un tanto; incluso planeó volver a filmar. Sin embargo, fue reportada desaparecida en agosto de 1979. Dos semanas después de su desaparición, el 7 de septiembre, fue encontrada en el asiento trasero de su auto en un suburbio de París con el cuerpo marcado por quemaduras de cigarro y una nota de suicidio. Había tomado una gran dosis de barbitúricos y llevaba once días muerta, envuelta, supuestamente, en un chal que le regaló Carlos Fuentes. Un año después, Gary también se suicidó.
Sin aliento
Dentro de la mitología de culto del siglo veinte, Jean Seberg es recordada como la muchacha que vende periódicos en Campos Elíseos, en A bout de souffle o Sin aliento, de Jean-Luc Godard, filme estrenado en 1959, coprotagonizado por Jean Paul Belmondo y considerado por algunos como el nacimiento del cine moderno. Anteriormente, cuando Seberg tenía diecisiete años, filmó Juana de Arco; nada se sabía de ella hasta entonces, salvo que había participado en su infancia, en su pueblo natal, Marshalltown, Iowa, en obras de teatro. Su actuación, y sobre todo su aura sensual y al mismo tiempo inocente y sobrecogedora, se vio impulsada por la labor de su director que, en la escena final (una de las escenas cinematográficas de muerte más perturbadoras) le acercó a la cara una antorcha encendida.
A este éxito siguieron otros en Francia, que no solamente la hicieron un icono, sino también protagonista y figura clave de la Nueva Ola francesa. Bonjour Tristesse, adaptada de la novela de Francois Sagan, y Sin aliento, fueron películas emblemáticas de la época y sus mejores retratos. Sobre todo esta última, de donde salieron secuencias que la han inmortalizado en la memoria de los cinéfilos de culto. A finales de los sesenta filmó en Hollywood Lilith, interpretando un personaje que reflejaba mucho lo que ella misma era: una mujer enajenada en su erotismo y al borde de la locura, pero vital y amorosa. Además, inspiró el personaje de Diana Soren en Diana o la cazadora solitaria, de Carlos Fuentes, a quien abandonó por Romain Gary, reprochándole al primero ser menos culto que éste. El matrimonio con Gary fue una tempestuosa relación marcada por las infidelidades de Jean, que solía seducir alguno que otro mancebo en los sets de filmación, así como en los bares de París y Nueva York. Fue precisamente en una fiesta que conoció a un miembro de las Panteras Negras, organización con la que terminó simpatizando ideológicamente. Su apoyo a este grupo le acarrearía desgracias de las que nunca logró recuperarse psicológicamente.
Siempre estuvo obsesionada con tener un hijo, y entonces, cuando por fin quedó embarazada, el omnipresente FBI se cruzó en su camino. El negrísmo y pestilentísimo Edgar Hoover, ordenó, en 1970 y estando Jean embarazada de siete meses, “neutralizarla”. Para llevar a cabo tan fina tarea, recurrió a prácticas notoriamente elegantes. “Filtró” una carta a los columnistas de chismes en donde aseguraba que el padre del niño no era Gary, sino un miembro de las temidísimas panteras. El efecto psicológico de esto y la adicción de Seberg a los barbitúricos provocaron que diera a luz prematuramente y el niño nació muerto. En un acto que sólo puede ser producido por la desesperación absoluta o el desquiciamiento, Jean llamó a conferencia de prensa y presentó a los periodistas estupefactos el cadáver “blanco” de su hijo no-natural; además, le tomó cerca de 200 fotos. Este acto extremo, sin embargo, no puso a fin a la cacería y llevó al FBI a acosarla hasta que ella decidió mudarse a París.
Después de esta experiencia, y pese a su éxito, incluso como directora, con The ballad of the kid, en 1974, cayó a manos de la locura y la depresión extrema. Podía salir desnuda de los baños de los aeropuertos y por temporadas se alimentaba únicamente de comida para perros. Cada aniversario de la muerte de su hijo, intentó suicidarse. En 1978 sobrevivió a uno de estos intentos en el que se arrojó al metro de París. Así, fue recluida durante este periodo varias veces en centros psiquiátricos. Pero, después del “incidente” del metro, pareció “alivianarse” un tanto; incluso planeó volver a filmar. Sin embargo, fue reportada desaparecida en agosto de 1979. Dos semanas después de su desaparición, el 7 de septiembre, fue encontrada en el asiento trasero de su auto en un suburbio de París con el cuerpo marcado por quemaduras de cigarro y una nota de suicidio. Había tomado una gran dosis de barbitúricos y llevaba once días muerta, envuelta, supuestamente, en un chal que le regaló Carlos Fuentes. Un año después, Gary también se suicidó.
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