Lo prometido es deuda y aunque el Katún no se ha dignado en dictaminar mi anterior Katuno, aquí dejo el 2.0. He de decir que hoy preferiría estar en su lugar. Resulta que lo encontré en el Centro muy entretenido mirando pasar a los transeúntes capitalinos. La mayoría de los gatos ignoran a las personas en la calle; miran los árboles o estan absortos en quién sabe qué, pero éste observaba a las personas. Las seguía con la mirada hasta que se topaba con otro especímen más interesante, al que volvía a seguir con la mirada. ¿Y por qué desearía estar en su lugar? Porque me duele la garganta, y tengo así como una infección de las vías respiratorias estacionada en los senos (de la cabeza). Arde un chingo. Como llegué a la conclusión de que no era para tanto (no hay fiebre ni cuerpo cortado ni dolor de cabeza ni moco excesivo), inicié la "terapia prehistórica", excepto porque es probable que los prehistóricos no tuvieran tabletitas efervescentes de vitamina ce ni chochitos homeopáticos.
¿En qué consiste la terapia prehistórica? Meterse en algún lugar calientito y cómodo (o sea, la cama) y estacionarse ahí, todo el día de ser posible. Dormir y dormir lo más posible. Lo intenté, y casi lo consigo, de no ser porque un escuincle prehistórico estuvo llorando en la cueva de interés social de a lado desde las 6 de la mañana y porque, como a partir de las diez y hasta las doce, unos neandarthales callejeros estuvieron emitiendo gritos y otros sonidos inarticulados con algún primitivo propósito que no alcancé a dilucidar. En serio, cuando me levanté de la cama me pregunté cómo era posible que en "esta economía" terrible y despiadada individuos tan elementales pudieran sobrevivir. Parece exageración, pero no. Dos sujetos estuvieron jugando por horas el juego "yo grito como si me estuvieran matando, tú te ríes". Durante todo ese tiempo no les escuché decir una palabra.
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