martes, 5 de mayo de 2009

Impotencia+ciudad parada= caballo frenético

Estoy hasta la madre (y no estoy sola en este sentimiento) con esta hipocondriaca farsa política que tiene semiparalizada a la ciudad. Anoche tuve que caminar once malditas cuadras para encontrar un kilo de huevo; hoy me encontré con que no había el jugo que me gusta en el chingado sumesa y con que el ñor de la tienda ya no tenía garrafones medianos (de diez litros), por lo que tuve que hacer otra travesía épica por mi garrafón de agua. La culpa es de: 1) el paro de labores no esenciales (como la repartición de abarrotes en las tienditas fodongas) y 2) la estupidez clasemediera que arrasó los “súpers” como si fuera a pasar una horda de zombis o no sé qué diablos. Y la lista sigue: el gimnasio al que voy abrirá hasta que el semáforo esté en amarillo, pues le aplican la misma cláusula que a los balnearios y estadios deportivos (¡¡¡!!!); no se pone mi puesto callejero de sushi; diez cuadras por unas copias; tuve que entregar contraseña con el amigo del primo de la ruca de las copias por un engargolado.

Sin embargo, en nota de El País, fechada el 30 de abril por Pablo Ordaz, Miguel Ángel Lezana, director general del Centro Nacional de Vigilancia Epidemiológica y Control de Enfermedades, declara que el chingado cubrebocas no sirve para ni madres, "porque la porosidad que tienen permiten fácilmente el paso de las partículas, y porque además es muy poco viable que el virus pueda transmitirse por el aire sin estar en contacto con ninguna superficie". "…es más una demanda de la población. La gente se siente más segura llevándolas, más tranquila, y no les hace ningún daño" (y nuestros gobernantes más sanos haciendo trácalas con su compra). El virus muere en el aire y sólo sobrevive por medios sólidos. O sea que basta con no ponerse bajo el hocico de algún enfermo y con no rascarse los ojos, picarse la nariz y lamerse los dedos después de bajar del metro para estar a salvo. Y, sin embargo, en internet hay un video donde se muestra cómo hacer un tapabocas con trapos de cocina. Hay que estar realmente asustado y, además, a mil kilómetros de años luz del sentido común para andar por la calle con un trapo de cocina como bozal.

Lo que me enseña a mí esta epidemia chirris es el grado de manipulación al que está sometida la clase media mexicana. En El Universal hay una nota titulada algo así como “En Tepito desafían al virus y no usan cubrebocas”. La nota “periodística” refiere como un vendedor cuenta sus billetes mientras dice “a mí me vale madres el virus ese” y el “periodista” contrapone este riesgoso y antiético acto guarro a las estrictas medidas del sam’s de Polanco, donde los compradores son desinfectados antes de entrar. Pero detrás de esta pendeja nota hay algo realmente muy riesgoso y bastante grave: el sistema de juicios y valores plutocrático-neonovohispano que tiene como bueno, deseable y correcto lo que hace la “gente bien” y como malo, arriesgado e ilegal lo que hace “la nacada”: detrás de este sistema que la clase media lleva años comprando como religión hay algo más sencillo: es “la nacada” que sobrevive con sus negocios informales la que no lleva a la telera jugosos millones de pesos en publicidad que sí llevan los grandes empresarios, a quienes no beneficia en nada que haya familias económicamente activas fuera de su órbita de control.

En momentos de crisis autoimpuesta como éstos se puede leer en el fondo de mierda de la bacinica social: las pringas saltan inmediatamente a la vista del buen observador. Tomemos como ejemplo el mentado semáforo porcino: mañana abrirán los restaurantes y el jueves los centros religiosos, pero las discotecas, los bares y los cines sólo hasta el lunes (el domingo pondrán en amarillo el semáforo porque sólo hasta el domingo terminarán de limpiar los pupitres, porque todo este maldito tiempo, en vez de estar tomando medidas públicas, nuestros gobernantes toman medidas privadas para beneficiarse de la compra de tapabocas y gel para manos sin licitación pública). Pueden ser sólo cuatro días, pero son cuatro días en que el gobierno está marcando claramente qué conductas sí son apropiadas y cuáles no, carentes de cualquier fundamento médico. Si usted es un buen ciudadano irá a la iglesia, ¿para qué quiere ir al antro? ¿O cuál se supone que es el maldito argumento para abrir los templos? ¿No son centros donde se congregan multitudes, muy especialmente, multitudes de enfermos o de familiares de enfermos para pedir por su curación o la de los suyos? ¿No serían las iglesias, en este sencillo análisis lógico, centros de alto contagio? Por otro lado, nadie con cuarenta grados de temperatura sale de su casa para ir al billar. Lo que encierra esta disposición es un grado muy alto de fascismo bajo circunstancias en que la mayoría dirá: “No seas paranoico, es sólo para evitar contagios”, pero la razón, no muy usada por los ciudadanos en estos días, fácilmente encuentra podrido todo esto. Y lo más grave es que ese fascismo llegó para quedarse: ese semáforo porcino va a estar dando guerra dentro de unos meses, cuando la epidemia “repunte”. Y a todo esto, ¿cuántos enfermos de influenza conoce usted? El valemadrismo del tepitense tenía fundamentos lógicos: la clase popular (a diferencia de clase media) no está “tan” mediatizada: sabe reconocer mejor entre una amenaza real y una amenaza virtual, simple y sencillamente porque ha estado desprotegida desde siempre (sí, ya sé que los puristas dirán que soy una naca por usar este giro: siempre y desde juntos es un barbarismo). Al vendedor de discos compactos al que le valía madre el virus, le valía madres porque ni su mamá, ni su abuelita, ni sus sobrinos, ni los primos del cuñado, ni la nuera del cuate, ni el ex de la novia tenían gripe porcina. Con el sida, que sí es una epidemia, es distinto: todos conocemos, por lo menos de oídas, a uno o dos güeyes que ya colgaron los tenis o que están en el proceso por culpa de esa chingadera. Y por eso le tenemos miedo al sida. Ni yo, ni Carlos, ni el Domes, ni Nutte, ni su Laureta, ni la Karencia, ni Rocío, ni etcétera conocemos un solo caso de gripe porcina. No digo que no exista, pero la proporción debe ser de .000000000000000000000001%. Eso no es una epidemia. ¡Además, el sida seguro mata y la influenza sólo si uno se intenta bajar una fiebre de 40 con paletitas de miel! Y sí no me creen a mí, créanle a este güey, que sí fue a la universidad:

Esta gripe durará lo que dure en los informativos. Tengo 52 años y he vivido y estudiado unas cuantas pandemias: esta es de las suaves. La gripe porcina este año es benigna en todas partes menos en los medios, que sí contagian una epidemia de miedo más virulenta que nunca. Soy judío. Tengo 3 hijos pequeños y ningún temor. La hipocondría causada por los medios de comunicación y esa gripe del miedo me preocupa más que la porcina. Eso sí es preocupante: la propagación instantánea del virus del miedo a través de los medios nos está perjudicando más que la gripe. Lo realmente nuevo en este virus es esa cobertura que internet ha convertido en instantánea: ¿cuántas veces al día oímos la palabra gripe o la leemos? Y la están alimentando los estados: ¿Por qué tiene que salir todo un jefe de Estado (sólo este buen señor cree que Calderón es un “jefe de estado”) a hablar por la tele de una vulgar gripe? “¿Tan poco le preocupa esta gripe?” Es incluso más benigna de lo que imaginaba en un principio; está resultando suave: poco contagiosa y poco peligrosa. “Hay muertos.” Como cada año. Cada año la gripe causa miles de muertos sin que merezcan ni un segundo de televisión ni un titular ni siquiera en internet. Les pido que utilicen su circuito humano neuronal de la razón y el sentido común y bloqueen el centro neuronal del miedo que compartimos con los animales. (ja)

Marc Siegel, especialista en gripe porcina; profesor de Medicina, Universidad de NYC (y persona mucho más inteligente que nuestros funcionarios de rancho, pues, ya que han dejado esto como un rancho, eso son)

¡Ya, a la mierda, quiero que me regresen mi atestada y maremagnúmica ciudad!