lunes, 6 de diciembre de 2010

Instantánea 004: Faramalla

Desde que sales a dar tu paseo notas algo hacia el poniente, un polvo que se hace humo, un humo que casi es veneno. Avanzas entonces hacia el norte, un poco intrigada por esa gran olla de tamales que se quemó, pero al cruzar Arcos de Belém ya no puedes ignorar la mancha en la tarde dominical: una ambulancia te obliga a decidir entre el arroyo y la ciclopista, por donde avanza. Decides seguir a los
curiosos a Enrico Martínez y Chapultepec donde un carro de bomberos, tres ambulancias y seis patrullas montan la escena: hay un incendio en la Televisora. No es que sea un fraude, pero has visto peores incendios (uno) con menos bomberos para contrarrestarlo. El camioncito de bomberos se estaciona (para ello tarda una eternidad), luego abate la escalera vertical (para lo cual emplea dos eternidades y media), posteriormente sube en un corralito a dos bomberos (que tardan tres eternidades en llegar arriba), cuando casi han llegado algo pasa, y el corralito empieza a descender a trancos. Evidentemente, se trata de una aburrido guión cómico televisivo: algo así como Adal Ramones (sin Adal Ramones, gracias a Dios), pero también sin las chichis y las nalgas que hacen entretenidos los aburridos programas de la Televisora. Los bomberos descienden en el corralito. Mientras sucede toda la faramalla del camión, la escalera y el corralito, han llegado y se han ido (porque no tiene ningún sentido su presencia) una unidad de cuidados intensivos, una cuatro por cuatro muy naiz que dice Rescue, cinco patrullas más y un montón de mirones. “¿Se va a caer el edificio?”, pregunta angustiado un niño, mientras un mamón con cara de mamón, pinta de mamón y pose de mamón da su parte por radio: “Es algo inédito, wey; primero se fue la luz en todo el edificio, wey, lo cual es verdaderamente inédito, wey”. Los bomberos deciden subir mecánicamente (es decir, por sus propias patas) por la escalerilla y miran por la ventana del penúltimo piso, donde tiene lugar la tragedia de la olla de tamales. El humo no es tan tóxico, o por alguna razón el bombero más cercano a la ventana se quita
la mascarilla y acerca la cara. Baja por la escalera. Los policías de tránsito le dan como locos al pito (perdón, así me salió). Dos o tres automovilistas les responden con la diana por todos conocida. La verdad es que para ser un gran incendio en la Televisora (ocho columnas con las que probablemente se venda el acontecimiento; más “momentos de angustia y desesperación se vivieron en…”) se trata de una gran faramalla: es decir, de poca cosa vendida bajo luces de neón y orquestada, en este caso, por todo el aparato de emergencias de la zona centro de la ciudad. Decides regresar a casa, con la mancha de humo-gas de la tarde.