viernes, 5 de marzo de 2010

Joaquín Sabina y la infancia

Bueno, mi infancia; afortunadamente para mí, es imposible abstraer la infancia, así que si hay infancia, “es la mía”. ¿Cuándo escuché por primera vez a Sabina? Ya habíamos regresado de Villahermosa, donde viví entre mis 2 y mis 6 años. Quizá tenía 8 o 9. Había varios acetatos: Hotel, dulce hotel, En vivo con viceversa y (creo que agregado posteriormente) El hombre del traje gris; después llegó Mentiras piadosas. Después de la comida me tocaba lavar los trastes. (¿Será por eso que ahora hago todo lo posible por no lavarlos? Vaya paradojas de la crianza.)

No exagero si digo que sus letras fueron para mí toda una revelación, que trascendía por mucho la literatura, y que incluso se gravaron en mí como trozos de películas: películas que no vi, pero que creí haber vivido. (Supongo que entonces aprendí la horrible costumbre de transitar entre ensoñaciones. ¿Quién lo diría? La imaginación, que todos los adultos desean para sus hijos, es la droga que más daño me ha hecho. Deberían decirnos, antes de incitarnos a imaginar, que si uno se aficiona demasiado, luego no encuentra su sitio en el mundo. Bueno, creo que lo hacen, y desoímos.)

Por entonces no entendía muchas palabras; otras permanecían misteriosas a causa de la dicción gachupina y el arrastre de sílabas. Por ejemplo, eso de “hay una jeringuilla en el lavabo” lo descifré hasta mis veintes; siempre creí que decía jeriquilla, y siempre me pregunté qué diablos era una jeriquilla. Otras cosas me resultaban misteriosas por su contexto: ¿por qué quemado como el cielo de Chernobyl? ¿Cómo era el cielo en Chernobyl? ¿Por qué mierda no pregunté a mi papá o agarré un diccionario? Creo que parte del encanto de Sabina y sus letras era el misterio. Aquello que no podía comprender (y que algún día comprendería) contenía la clave de… ¿de?

No podría describir lo que “ensoñaba”. Lo intentaré. El hombre del traje gris me hacía pensar (eufemismo adulto para decir que me transportaba) al malecón de un río, pero no de un río tropical, sino uno (ahora lo sé) mediterráneo. Ese malecón tenía escaleras y sauces. Todo el disco transitaba por ahí. "El joven aprendiz de pintor" me hacía pensar en gatos, en calicos (ahora sé que tienen un nombre: calicos) sobre sofás. "Calle melancolía" era una de mis favoritas. No descifraba “como quien viaja a lomos”. Enredaderas; enredaderas sobre ladrillos que suben (ambos) a un cielo gris, triste; un cielo con humo. Me conmovía lo del “campo ya estará verde”. Creo que por entonces leí Platero y yo y lo asociaba; también leía algo de Asturias y también se me aparecían esas ensoñaciones. Cuando resolvía el crucigrama ya era de noche. “Trepo por tu recuerdo como una enredadera.” Sé que mi primer deslumbramiento poético no se lo debo a Rimbaud ni a Vallejo, sino a Sabina. Qué marchoso, ¿no? ¿Y cómo mierda es la cuesta del olvido? "Pongamos que hablo de Madrid" era un sol entrando por un ventanal de un departamento en un quinto o sexto piso; la jeriquilla en el lavabo está en un baño ruinoso a mano izquierda. El sol entra como polvoso, parecido al “espíritu” que trae el sol de diciembre sobre avenida Chapultepec antes de que baje demasiado. (¿Por qué se ve el sol así ahí? Es el puto esmog, ¿verdad?) ¿Y qué mierdas era entonces “una estopa de butano”? Lo de los niños que persiguen el mar en un vaso de ginebra transcurría en una calle empedrada, en los umbrales. ¿Y cómo buscaban los niños el mar en un vaso de ginebra? ¿Miraban en el vaso hasta que aparecía algo? (Ay de mí, y de mi bendita ignorancia.)

Ya que mi malvado Katún no me ha enseñado a encamar videos, les dejo un link. Watch out, hay mucho ochenterismo junto: papos, chamarras, pantalones, bailaditos, tenis, greñas, requintos, pintaditos, aretes. Uf (y recontrauf, dijera el Flanagan). Eh!, dijera el Sabina.

pd Yo siempre quise un saquito como el del Sabina.

pd2 Para mí Joaquín Sabina murió el día que grabó esa mamada de “Y nos dieron las diez”. No lo he perdonado, claro que no.

pd3 En la foto, un calico. Se llama Abril.

4 comentarios:

Mariposa Tecknicolor dijo...

Qué lindo está Abril. No se vaya a perder, digo, por aquello de "¿quién coño me ha robado el mes de abril?".

Me encantó leerte.

Un gustazo.
Mariposa Tecknicolor.

gatote dijo...

Delicioso evocar ese encontronazo con Sabina. En mi caso ya oía a Silvio y encontrar a Joaquín fue como encontrar su antítesis moral: lleno de malicia, desencanto, sorna etc. Entonces, por el 89 ya tenía un a angelíto y un diablito consejeros con un mismo nivel de calidad poética desde trincheras muy disimbolas.

La primera vez que lo vi fue en el viejo Auditorio nacional y presencie el primer portazo en mi vida. Tres rolas después de iniciado entró un tumulto de chavos que doblaron a la decena de granaderos que se fueron con el tolete entre las patas. Sabina Se puso más contento...todavía brincaba como chapulin en el escenario.

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

Ese "Rock" esta saturado de nicotina.